Escarbo entre los claroscuros de mi alma inquieta.
En el lado claro de mi vida la sonrisa que provoca el corazón,
un corazón feliz de saberse querido,
ese que descubre el milagro del cariño genuino.
Cariño que se basa en los gestos más sencillos,
en una palabra, una imagen,
un gesto de cariño no dicho pero recibido.
Claros que se tiñen con los ribetes de las sonrisas recibidas.
Por otra parte mis oscuros.
Tantos oscuros que embrutecen mi persona.
Oscuros en la pena de sentirse lejos de quienes están cerca,
oscuridad que ronda el alma sensible,
negruras que arrebatan en dos segundos la felicidad aparente.
Un alma que esconde oscuridades y que evidencia,
evidencia en el momento de la inseguridad.
Alegrías en los claros, miedos en los oscuros.
Claros de sonrisas, oscuros en las lágrimas silenciosas.
Una mezcla que habita en mi vida,
y que se visitan tan a menudo
dejando al desnudo mis sentires frágiles
y vulnerables al más mínimo detalle.
Hoy soy un claroscuro que ronda entre un frío invierno.
Un claroscuro que da sombra y luz a otros seres...