Una alegría extraña me cobija esta noche. Mi pueblo caído, herido y destrozado, ha sacado lo mejor que tiene: una solidaridad que supera cualquier expectativa.
Esa alegría de ver que Chile se levantará gracias a la unión de todos quienes vivimos en él, se mezcla con todas las imágenes que he ido guardando durante estos siete días.
Es fácil sonreír hoy luego de un día tan especial y emocionante. Bajo el manto de escombros, Chile ha dejado claro que no se dejará abatir por este embate de la natura. Chile se ha dado una mano y han juntado una cifra de dinero histórica para barrer el suelo agrietado y lleno de trozos de cuidades, y sobre ella volver a levantar sus casas, escuelas y hospitales.
Sin embargo no es fácil sacarse la pena profunda que te dejan las imágenes de muchas cuidades y pueblos caídos, destrozados, con personas que ya nunca volverán, que han quedado bajo la tierra o en el mar.
Mi cuidad está en el suelo. Toda mi vida se liga ahora a un lugar que casi no existe... Dios quiso salvar mi casa, que es algo que no todos pueden decir hoy, pero casi todas las calles que recorren mis recuerdos, están ahora bajo polvo.
Como no tener pena si cada día la realidad se hace más dura al enterarme de tantas familias conocidas que han quedado sin nada. Una realidad que angustia al querer ir al comprar algo al centro donde toda la vida estubo el comercio, y encontrarte sólo con escombros, porque todo, absolutamente todo está caído.
Tierra y mar agitados en una noche eterna, que han borrado mi litoral... aquel donde huía para escribir y sentirme más viva. Ese litoral que me regaló años de vacaciones familiares, encuentros con amigos, una noche de cantos bajo las estrellas y el sonido del mar cantando conmigo. Ahora se ha llevado el canto y las imágenes que sólo quedarán en la memoria de todos quienes lo conocimos antes de que todo sucumbiera.
Pero estoy aquí, viva... viva junto a toda mi gente amada, y este milagro de la vida es el sentimiento que intento gritarle a mi mente. En mi vida habrá un recuerdo antes y después de este terremoto, las imágenes de mi cuidad cambiarán, los cantos junto al mar serán diferentes pero volverán a teñirse de alegría porque si hoy estoy aquí es para seguir viviendo, no para morir lentamente.
Reconstruiremos nuestras cuidades, nuestras playas. Y cuando eso pase estos días serán una anécdota para contarle a las generaciones futuras, y dejarán de ser la pesadilla que por momentos parece.
1 comentario:
bellas palabras...
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