Día del padre. Mis pensamientos empiezan a girar: recuerdos, preocupación por encontrar un regalo, derrame de cariño hacia esa figura... cuando me detengo esto es lo que veo:
“Son etapas de tu vida que van pasando y se olvidan, pero para los padres quedan grabadas en el corazón y en la mente,... no hace mucho te veíamos salir en el kinder en una actuación con una velita...” Esta carta la leí entre lágrimas en un retiro, era de él. Mis ojos no alcanzan a entender su mirada, yo sólo miro como hija, siento como tal y quiero así. Pero son ellos los que han capturado miles de momentos diversos que sólo me hacen quererlo.
Cada tarde de colegio esperaba con la campana la imagen de una bicicleta en la cual me esperaba para llevarme a la casa. Incondicional en todo momento, desde mi primera presentación en el colegio hasta la última estuvo allí: en el kinder, en el grupo de teatro (aunque a él no le gustase), en las revistas de gimnasia y por supuesto cada vez que actuaba con el coro. Su figura está en todos esos recuerdos.
Dueño de una paciencia que envidio, me enseña y corrige con un don que creo yo nunca tendré. Sus manos ásperas y anchas son muchas veces las poseedoras de esa entrega sin intereses... Todo en él es ejemplo y fuerza para seguir, paciencia y amor, compañía y entrega.
Por mí siempre escucharía sus historias, en la playa cada noche estaría con él para escuchar Tarzán, o unas vacaciones sólo son él, mi mami y mis hermanos. En todos mis años han sido el motor de mi propia vida, mi papi la figura del rostro cariñoso y sereno, capaz de escuchar siempre.
Hoy sólo pienso en como decirle lo que es para mí, pero creo que necesitaría muchas hojas y luego comenzaría a repetir. Creo que lo que nunca va a ser repetido es decirte te quiero papi, y en cada momento su figura es guía y compañía: en las mañanas desde el desayuno y hasta la noche en la oración en la que doy gracias simplemente por tenerte otro día más... te quiero mucho...