He decidido obligar a mi mente a que retome las palabras olvidadas y los sentimientos postergados por vivir una apariencia de vida agitada y sin pausas.
Y la obligo luego de una pregunta inquisidora que sin ser esa su intención, ha vuelto a dejar desnuda la peor de mis verdades: la extremada soledad que me envuelve si de mi lado quito el yugo del trabajo.
Y la principal queja la hace el alma inquieta que siente marchitar su esencia amigable y que busca una caricia, un soplo de amor, un momento de encuentro. Y en honor a ella hoy he decidido obligarme a expresarlo, con la secreta esperanza de que esta soledad instalada hace tanto tiempo, se retire antes que sus raíces impidan al corazón sentir y hablar.
Antes del marchitar y el dormir los sentires, un nuevo susurro al viento para regar la esperanza de que un cambio llegará.
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