Hoy al despertar por mi ventana vi un arcoiris claramente marcado en el cielo gris.
Y en sus destellantes colores me vi envuelta, olvidando que para poder verlos cuatro gotas de lluvia corrían por el vidrio de mi ventanal.
Caían sin cesar miles de otras gotas. Mis ojos no las veían, porque bailaban felices entre el azul, violeta, rojo, amarillo... y yo sonreía al ver pintado el cielo con vida naranja, con música celeste.
Por unos minutos vi al arcoiris dar vida bajo el efecto de los rayos de sol que se colaban por entre las nubes y la lluvia de un día oscuro. Por unos minutos mi alma respiró profundo y se dejó llenar de luz y color. Y quiso recorrer el cielo con alas que la despojaran del cuerpo que la limitaba y retenía a ras de la tierra húmeda.
Mas de pronto los colores comenzaron a disolverse, y por mi ventana sólo vi gotas de agua que caían frescas. Tras ellas el cielo nuevamente era gris... el arcoiris se marchó y con él los rayos de sol que habían venido a visitar mi habitación.
Ya sin el deslumbramiento del azul, rojo, verde, naranja, ante mí quedó un paisaje opaco. Pero esta vez tenía un matiz de alegría, y es que entendí que basta dejar que un rayo de luz entre en el corazón que derrama gotas de tristeza, para que se llene de colores que cambian la faceta de un mismo paisaje... en sólo un par de minutos.
Y en sus destellantes colores me vi envuelta, olvidando que para poder verlos cuatro gotas de lluvia corrían por el vidrio de mi ventanal.
Caían sin cesar miles de otras gotas. Mis ojos no las veían, porque bailaban felices entre el azul, violeta, rojo, amarillo... y yo sonreía al ver pintado el cielo con vida naranja, con música celeste.
Por unos minutos vi al arcoiris dar vida bajo el efecto de los rayos de sol que se colaban por entre las nubes y la lluvia de un día oscuro. Por unos minutos mi alma respiró profundo y se dejó llenar de luz y color. Y quiso recorrer el cielo con alas que la despojaran del cuerpo que la limitaba y retenía a ras de la tierra húmeda.
Mas de pronto los colores comenzaron a disolverse, y por mi ventana sólo vi gotas de agua que caían frescas. Tras ellas el cielo nuevamente era gris... el arcoiris se marchó y con él los rayos de sol que habían venido a visitar mi habitación.
Ya sin el deslumbramiento del azul, rojo, verde, naranja, ante mí quedó un paisaje opaco. Pero esta vez tenía un matiz de alegría, y es que entendí que basta dejar que un rayo de luz entre en el corazón que derrama gotas de tristeza, para que se llene de colores que cambian la faceta de un mismo paisaje... en sólo un par de minutos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario