La vida es una verdadera esfera que no para de girar. Y dentro de esa esfera, perdemos completamente la gravitación, y vamos cayendo de un lado a otro de ella, y es así como nuestros pasos van topándose día a día con historias diferentes, con algunas que comienzan, otras que terminan, o simplemente cambian de un momento a otro. Y nos dejamos caer sin saber si al pisar nuevamente suelo estaremos dando la cara a una bella historia de esas que te harán reír y te harán sentir la persona más feliz del mundo, o te tocará el lado oscuro de la esfera donde parece que no puedes más del dolor y te sientes el ser más desafortunado del mundo.
Pero así es la vida. Llena de momentos, que debemos agradecer. Si, agradecer, cada uno de ellos.
En la calma de mi alma tranquila y solitaria (entiéndase solitaria no porque no exista familia ni amigos, sino como un estado más íntimo sin tener una connotación negativa) me he dedicado a observar. Y a observarme.
Miro a mi alrededor y palpo estos cambios constantes que ofrece la vida.
Meses atrás no podría estar escribiendo la alegría que provoca en mi el ver como gran parte de los seres que me acompañan de cerca, han tenido la alegría de realizar sus vidas y de estar acompañados de cerca por otros seres que les aman. Y con quienes encuentran el remanso pese a todo lo que sucede en un día.
Así también, poder escuchar como la vida en cualquier momento cambia al regalar un buen amor a alguien que con ansias lo pedía desde hace años, en ocasiones luego de tormentosos meses de compañías que te hacen caer a lo más profundo de tus propios abismos, donde el mundo de las lágrimas es el único consuelo. Pero nada es eterno, me dijo una tía ayer: no hay mal que dure cien años, ni tonto que lo aguante. Y como si fuese una recompensa a esos malos días, llega la luz y la vida nuevamente gira. Entonces esas personas cayeron en la esfera justo frente a alguien que les hace revivir la fe del amar y del saberse amados. ¿Cómo no ser feliz en esas alegrías de personas que uno quiere?
Vidas que giran de un momento a otro. Momentos que varían desde la luz a la oscuridad. Momentos que pasan por los más variados matices que ofrecen los colores que se mezclan en el caminar que hacemos durante los años que se nos regalan.
Y se me vienen a la mente: familia, amigos y mi propia historia.
Familia... de la cual nunca puedes desprenderte, y donde ríes y lloras por esas vueltas que va teniendo la vida de cada cual. Donde es tu propia historia, pero que a medida que creces se van diversificando, pese a que nunca podrás desprenderte de lo que a ellos les suceda. En parte sus historias, forman parte de la tuya, aunque no participes directamente de ellas. Solo aceptar y acompañar. Con amor. Y entender que ese lazo sanguíneo nunca se irá, por lo que sin mayores condiciones sólo puedes amar y ser feliz en sus alegrías, y estar ahí cuando las risas abandonan el espacio momentáneamente.
Amigos... a los cuales llegas a amar por lo que son. Y sólo intentas estar cada vez que ellos necesitan de ti, sin ser jueces en el mal momento, ni ser más que compañía en sus alegrías. Tantas historias detrás de cada uno de ellos, cuántas risas y abrazos llenos de la más pura conexión. Y cuántas lágrimas y dolores compartidos en los malos días de cada uno. Tal vez en ellos es donde más noto como la vida gira... y a veces rápidamente.
Y mi propia historia... una historia en solitario tal vez desde siempre. Tan llena de gente, de rostros que me hacen reír, de familia incondicional, de amigos, de alumnas que hacen mis días se re-energicen, pero no por ello deja de ser una vida solitaria. Una vida en la que te sientes tremendamente amada pero con espacios de silencio tan profundos e íntimos que llegas a acostumbrarte a ellos. Silencios que con el tiempo he descubierto no deben compartirse porque son tu vida, no la de los demás. A veces creo que los giros que da la vida ocurrirán siempre en la mía desde ese mundo solitario. Me acostumbro a ello, vivo con ello y aprendo día a día a ser feliz con ello. Porque al parecer la vida gira hacia otros sólo cuando has descubierto a amar en primer lugar a ese ser que se te regaló desde que naciste y que habita dentro tuyo. Antes de ello no estás preparada. Y en ese camino aprendo a valorar también la soledad en la que luchas día a día para saberte feliz por lo que se te presenta en detalles que la vida siembra en tus manos.
La vida es una verdadera esfera sin gravitación. Y ahí estoy yo, girando también al compás de mi mundo interno que se enfrenta a otro externo. Pero siempre rescatando la sonrisa de cada experiencia que quedó luego de girar sin freno.