Hoy no dejaré palabras. Solo imágenes. Descubriendo lo bonito de la vida en lo sencillo, en lo cotidiano. Observar y retratar.
sábado, octubre 12, 2013
domingo, octubre 06, 2013
Historia de un Remolino
Dentro de los muchos juguetes que recuerdo con especial cariño y que siempre me han cautivado son los remolinos. Tal vez porque me llevan a mi infancia pero también a mi presente. Nunca he dejado de gustar de ellos, la sensación de colores bailando al son del viento me atrapa y la sensación de estar entre verdes plazas, aire libre, risas, barquillos y algodones me alegra.
Eso hasta que llegó a mi vida la historia de un remolino en particular. Ahora además de todo lo que antes describía, se une otro recuerdo que se hace palpable en este remolino: uno verde y morado.
Y esta es la historia...
Era un día domingo especialmente feliz para mi y mi gente. Mi hermana que hace ocho años vivía fuera de Chile estaba de regreso con nosotros, con mi cuñado y mi sobrino. Nos levantamos y fuimos a misa, a esa capilla donde crecimos, donde siempre llegar es un agrado porque te topas con rostros de gente querida, que se alegra de saludarte, una comunidad donde uno se siente familia. Más aún cuando quien la dirige es alguien que te hace sentir parte importante de ella.
Compartimos esa misa emocionados de poder estar junto a mi hermana nuevamente, y casi al finalizar la eucaristía, la encargada de Comunidad, se puso de pie para realizar una acción de gracias muy especial. De pie frente a todos, agradecía a Dios la oportunidad de dar la bienvenida a mi hermana y su familia. Con un "discurso" que fluía como siempre en ella, logró calar hondo en quienes disfrutábamos de esa llegada anhelada. Sin egoísmos nos regalaba un mensaje donde la sencillez, la cercanía y el cariño se hacía presente en cada palabra. Al finalizar, invitó a pasar adelante a Ruth y a Oscar y les dio un regalito (gesto habitual en ella). Y a Eloy, mi sobrino de 4 años, le entregó en un abrazo 3 remolinos, los que iluminaron de inmediato su rostro.
Mi sobrino con sus remolinos. Simplemente feliz. Llegamos a casa, y los ubicó en un macetero de la cocina. De vez en cuando jugaba con ellos, luego los dejaba ahí como un tesoro... quién diría que se transformarían en eso. Pero no sólo para él, sino que para todos los de la casa.
A los tres días de ese lindo momento vivido en comunidad la historia dio un vuelco inesperado, que marcó profundamente a todos quienes compartimos esa misa.Y claro, si resultó que esas palabras y esos "engañitos" habían sido el último gesto compartido como comunidad cristiana con quien nos había acompañado como la "madre superiora" durante muchísimos años. Ella, la mujer que guiaba desde una sencillez impresionante el quehacer de toda una capilla, se había ido. Mi fe me dice que a un lugar mejor, a disfrutar de ese reino en el que siempre creyó, y por el cual trabajó, dio su tiempo y vida. Pero cuesta entender la fe cuando el dolor de una pérdida de alguien que ha sido importante en tu vida, incluso más de lo que pensaste, se presenta, y así, de forma imprevista...
Quedaron entonces en el macetero de mi casa tres remolinos, los que desde aquel miércoles cobraron nueva historia. Eran el recuerdo de ese último domingo celebrado junto a la Señora Eliana, y el último detalle que tuvo con alguien de la comunidad públicamente. El último de muchos... porque coincidió que fue un gesto con mi hermana, pero como aquél detalle tuvo muchos desde siempre. Porque a sus ojos siempre había algo que agradecer a Dios y alegrarnos como familia cristiana: un cumpleaños, un aniversario de matrimonio, el día de la madre, el día del niño, Santa Cecilia donde nos llenaba de chocolatitos y palabras bellas a los dos coros, el aniversario de diaconado de mi papi, una misa preparada por los grupos de catequesis. Para ella todo era un motivo de agradecimiento, nunca faltó en su sensibilidad una palabra de la que nos nutríamos y aprendíamos cada domingo. Una de sus muchas enseñanzas que aprendimos a través de sus actos: el valor de lo sencillo y de la gratitud. Y es que parece que en cada cosa pequeña ella nos hacía sentir que estaba la felicidad más genuina.
Que gran mujer la que tuve oportunidad de conocer y querer. Cuán importante en la vida de tantos que quisieron acompañarla cuando llegó el momento de despedirla. Cuántos cantos quería regalarle para agradecer simplemente el hecho de haber conocido a alguien tan excepcional como ella.
Entonces el remolino... porque por el remolino surgió todo esto...
Luego de unos días realmente tristes, nos juntamos el domingo en la capilla nuevamente. Un domingo difícil, donde la ausencia física de nuestra "madre" se hacía más presente que nunca. Rezamos, cantamos, lloramos, comulgamos. Todo en torno a esa mesa que ella siempre preparaba. Y cuando terminó la misa, mi sobrino Eloy, con la certeza que sólo puede tener un niño que no cuestiona su fe, preguntó ¿dónde está la Señora Eliana? Y ante la respuesta: "ella murió, está en el cielo ahora", partió corriendo al altar, y a los pies de la imagen de la Virgen, en uno de los floreros, puso uno de sus remolinos y dijo: "este es para ella, la Virgen se lo va a entregar. Porque ella no está muerta, ahora está resucitada".
Y quedó el remolino allí, y cada día que voy a esa capilla el remolino está junto a la Virgen, y me recuerda a esta mujer que al igual que mi sobrino tengo la certeza está disfrutando de ese reino por el cual trabajó toda su vida. Porque como dijo un curita esos días de dolor... ¿si no está ella en el cielo, quién llega entonces?
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Con cariño, esta historia para la Señora Eliana Roco, una mujer excepcional que recordaré siempre, y para su familia que tuvo que compartirla siempre con su otra familia, la Comunidad Cristiana de Nazareth.
domingo, septiembre 29, 2013
Caminando sobre la esfera
La vida es una verdadera esfera que no para de girar. Y dentro de esa esfera, perdemos completamente la gravitación, y vamos cayendo de un lado a otro de ella, y es así como nuestros pasos van topándose día a día con historias diferentes, con algunas que comienzan, otras que terminan, o simplemente cambian de un momento a otro. Y nos dejamos caer sin saber si al pisar nuevamente suelo estaremos dando la cara a una bella historia de esas que te harán reír y te harán sentir la persona más feliz del mundo, o te tocará el lado oscuro de la esfera donde parece que no puedes más del dolor y te sientes el ser más desafortunado del mundo.
Pero así es la vida. Llena de momentos, que debemos agradecer. Si, agradecer, cada uno de ellos.
En la calma de mi alma tranquila y solitaria (entiéndase solitaria no porque no exista familia ni amigos, sino como un estado más íntimo sin tener una connotación negativa) me he dedicado a observar. Y a observarme.
Miro a mi alrededor y palpo estos cambios constantes que ofrece la vida.
Meses atrás no podría estar escribiendo la alegría que provoca en mi el ver como gran parte de los seres que me acompañan de cerca, han tenido la alegría de realizar sus vidas y de estar acompañados de cerca por otros seres que les aman. Y con quienes encuentran el remanso pese a todo lo que sucede en un día.
Así también, poder escuchar como la vida en cualquier momento cambia al regalar un buen amor a alguien que con ansias lo pedía desde hace años, en ocasiones luego de tormentosos meses de compañías que te hacen caer a lo más profundo de tus propios abismos, donde el mundo de las lágrimas es el único consuelo. Pero nada es eterno, me dijo una tía ayer: no hay mal que dure cien años, ni tonto que lo aguante. Y como si fuese una recompensa a esos malos días, llega la luz y la vida nuevamente gira. Entonces esas personas cayeron en la esfera justo frente a alguien que les hace revivir la fe del amar y del saberse amados. ¿Cómo no ser feliz en esas alegrías de personas que uno quiere?
Vidas que giran de un momento a otro. Momentos que varían desde la luz a la oscuridad. Momentos que pasan por los más variados matices que ofrecen los colores que se mezclan en el caminar que hacemos durante los años que se nos regalan.
Y se me vienen a la mente: familia, amigos y mi propia historia.
Familia... de la cual nunca puedes desprenderte, y donde ríes y lloras por esas vueltas que va teniendo la vida de cada cual. Donde es tu propia historia, pero que a medida que creces se van diversificando, pese a que nunca podrás desprenderte de lo que a ellos les suceda. En parte sus historias, forman parte de la tuya, aunque no participes directamente de ellas. Solo aceptar y acompañar. Con amor. Y entender que ese lazo sanguíneo nunca se irá, por lo que sin mayores condiciones sólo puedes amar y ser feliz en sus alegrías, y estar ahí cuando las risas abandonan el espacio momentáneamente.
Amigos... a los cuales llegas a amar por lo que son. Y sólo intentas estar cada vez que ellos necesitan de ti, sin ser jueces en el mal momento, ni ser más que compañía en sus alegrías. Tantas historias detrás de cada uno de ellos, cuántas risas y abrazos llenos de la más pura conexión. Y cuántas lágrimas y dolores compartidos en los malos días de cada uno. Tal vez en ellos es donde más noto como la vida gira... y a veces rápidamente.
Y mi propia historia... una historia en solitario tal vez desde siempre. Tan llena de gente, de rostros que me hacen reír, de familia incondicional, de amigos, de alumnas que hacen mis días se re-energicen, pero no por ello deja de ser una vida solitaria. Una vida en la que te sientes tremendamente amada pero con espacios de silencio tan profundos e íntimos que llegas a acostumbrarte a ellos. Silencios que con el tiempo he descubierto no deben compartirse porque son tu vida, no la de los demás. A veces creo que los giros que da la vida ocurrirán siempre en la mía desde ese mundo solitario. Me acostumbro a ello, vivo con ello y aprendo día a día a ser feliz con ello. Porque al parecer la vida gira hacia otros sólo cuando has descubierto a amar en primer lugar a ese ser que se te regaló desde que naciste y que habita dentro tuyo. Antes de ello no estás preparada. Y en ese camino aprendo a valorar también la soledad en la que luchas día a día para saberte feliz por lo que se te presenta en detalles que la vida siembra en tus manos.
La vida es una verdadera esfera sin gravitación. Y ahí estoy yo, girando también al compás de mi mundo interno que se enfrenta a otro externo. Pero siempre rescatando la sonrisa de cada experiencia que quedó luego de girar sin freno.
jueves, septiembre 26, 2013
Cantares compartidos entre voces blancas
Hoy durante la tarde me dediqué por muchos minutos a recordar a través de algunos vídeos que hace mucho no disfrutaba. La verdad es que habitualmente no miro vídeos de mi trabajo, pero hoy en el descanso obligado me di un ratito para ello. Y surgieron de mi muchas emociones, recuerdos, pensamientos y proyecciones también.
¿Cuánto tiempo que tienes ese coro? fue la pregunta de una amiga de la familia. Y al pensar para responder me quedé un poco impresionada al darme cuenta que son casi 8 años en donde he ido armando un grupo que canta bajo la dirección de mis manos. Una dirección para muchos, incluso para mi, muy precaria, sin grandes conocimientos, sin los parámetros de una buena dirección, con muchas fallas y siempre con tantísimo que mejorar.
Pero son ocho años de un trabajo mío. Absolutamente mío del cual pese a todas sus deficiencias, me siento tremendamente orgullosa y feliz. Porque hoy pensaba que tras la imperfección de mi trabajo, hay vidas de muchas niñas que han ido pasando por este grupo al o largo del tiempo. Vidas que han cantado, que han tenido la posibilidad de al menos una vez sentir la sensación de ser valiosa en un conjunto, y sentir el aplauso de alguien que ha disfrutado de su arte.
Miraba videos y veía rostros de niñas, adolescentes. Rostros felices, entregados a lo que decían esas letras, cargados de expresión, atentas a lo que yo les pedía. Videos donde la reciprocidad entre ellas y mis manos eran casi mágicas... en algún momento me sorprendí de ver mi trabajo que pese a no ser de lo mejor, supera las expectativas que he tenido de mi. Y tal vez porque lo que se ha mostrado no es solo fruto de mi trabajo, sino un poco de suerte al haber encontrado a niñas tan dispuestas a hacer música desde el alma.
Lo único que yo pretendo a través de él es abrir la puerta del canto compartido y todo lo que puede vivirse en él. Espero haberlo logrado. Espero seguir dando esa posibilidad. Así como alguna vez a mi me dieron ese regalo.
Porque simplemente el canto es un regalo al alma, algo tan especial que no puedo dejar de compartirlo.
¡¡Gracias a todas las niñas que han querido compartir en algún momento sus voces junto a mi!!
domingo, septiembre 22, 2013
Un Elías creciendo
La vida siempre ha sido un milagro que me ha cautivado desde que se gesta.
Qué perfecta naturaleza que de la unión de un hombre y mujer surge un nuevo ser que crece nutriéndose de lo que su madre sin poder controlar le regala a través de ese cordón que será vida, alimento y nexo durante semanas de crecimiento.
Una vida que crece sin que podamos observarla directamente.
Sentir a través del tacto las danzas que se realizan en el vientre de la mujer bendecida por la naturaleza para engendrar. Danzas que te reafirman la importancia de que la vida comienza y ya es magia desde el embarazo.
Estos meses soy testigo de esa vida que crece en mi hermana.
Y palpo en ella como mi sobrino nada en aguas tibias y crece entre los inquietos días de su madre que a ratos se sienta y contempla como su vientre crece y se llena de nuevas ilusiones a acercarse rápidamente el momento de dar a luz.
Maravillosa y milagrosa vida que crece dentro tuyo Ruth.
Yo disfruto estos meses, semanas, días de ver crecer en ti a mi sobrino Elías que aprovecho de fotografiar bajo tu piel.
jueves, septiembre 19, 2013
Verbos
viernes, septiembre 06, 2013
Tres miradas
Mirando presente.
Canalizando pasado.
Proyectando futuro.
Tres tiempos que se conjugan en cada momento,
tiempos que definen quien soy.
Persona que cambia cada día
acorde a lo que surge en el camino.
Avanzar entre claros y oscuros.
Vibrar en cada sonrisa,
dejarse caer en las lágrimas.
Aprender a ser feliz en cada vivencia,
descubrir nuevos desafíos y amarlos,
hacerlos propios y crecer.
Siempre la vista en tres miradas:
lo que fue, lo que es, lo que será.
Asumir y amar
mi vida en tres tiempos.
Y así conjugar el verbo vivir:
yo viví, yo vivo, yo viviré... feliz.
domingo, septiembre 01, 2013
Resurgir
Entre la sal del agua que me brota
escribo esta canción aún doliente.
A diferencia de ayer
hoy surgen firmes rayos de sol.
Sol que atraviesa la pena
y siembra atisbo de sonrisas.
Del manantial de mi vida
brotan sales con sabor a esperanza.
Desde las solitarias flores
surgen infinidad de colores,
colores que a la luz del sol
vuelven a brillar y a mostrarse
y acarician suave las lágrimas
acallando los gemires solitarios,
devolviendo un poco la calma.
Dentro de mi el llano,
dentro de mi el color.
Conviviendo de la mano el dolor
y la luz reponedora.
Juego con ellos,
me dejo caer un momento,
pero no suelto la mano
de la fuerza que me impulsa
a resurgir.
Resurgir para ser feliz,
ser feliz para amar.
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